viernes, 12 de diciembre de 2014

LA AUTOACEPTACIÓN INCONDICIONAL



PARA APRENDER A QUERERNOS ES PRECISO QUE PRIMERO NOS ACEPTEMOS TAL COMO SOMOS







El psicólogo Albert Ellis (1913-2007), fundador de la TREC y pionero de las terapias cognitivo-conductuales defendía que el principal determinante de las emociones y conductas de una persona son sus pensamientos o "creencias", es decir, la forma en que perciben y evalúan la realidad. Una parte muy importante de este sistema de creencias está constituida por aquellas ideas que tenemos respecto a nosotros mismos. Esta forma de evaluarnos determina en gran medida nuestra forma de sentir y actuar. Y es que el ser humano es demasiado complejo como para ser valorado de forma global.

Nadie es completamente bueno o malo, ni es exitoso en todas sus acciones, ni fracasa siempre en todos los aspectos de su vida, por lo tanto es absurda la autovaloración y, además de ser absurda e insostenible a nivel teórico, a menudo es autodestructiva y fomenta la inestabilidad emocional. Es mucho más racional evaluar acciones o conductas concretas y no a la persona a nivel global, pues no podemos condenar a alguien totalmente por una conducta incorrecta o reprobable, del mismo modo que no tiramos una bolsa llena de naranjas cuando observamos que hay una en mal estado. Si nos acostumbramos a condenar a los demás también nos condenaremos a nosotros mismos cuando nos equivoquemos, cosa que sucederá a menudo ya que somos humanos, y por tanto seres falibles.


LA AUTOESTIMA PUEDE LLEGAR A SER DESTRUCTIVA PORQUE ES CONDICIONAL


Una persona con alta autoestima no es muy diferente de otra con baja autoestima, lo que las diferencia es que una utiliza autovaloraciones positivas y la otra negativas en función de sus conductas. Así, cuando una persona se evalúa a sí misma como buena o mala en función de lo que hace está cometiendo el error de la generalización: "soy el/la mejor" o "soy un desastre".

Tanto la alta como la baja autoestima son causa de mucha perturbación emocional: ansiedad, depresión, rábia, vergüenza... Confundir la conducta con la valía del ser humano es fuente de muchas falsas necesidades y exigencias del tipo: "Tengo que conseguir triunfar en mi trabajo o sino seré un fracasado", "Necesito tener pareja y si no la tengo demostrará que soy un inútil", Deberìa salirme todo segùn mis deseos porque si no serà terrible y no podré soportarlo"...

En contraposición a la autoestima, la autoaceptación supone un proceso activo, de reconocimiento de los aspectos positivos y negativos que hay dentro de nosotros. Aceptar lo que no podemos cambiar y se encuentra fuera de nuestro control nos dará tranquilidad, del mismo modo que aprender a hacernos responsables de nosotros mismos y de los aspectos que si se pueden cambiar o modificar, aumentará nuestra sensación de control y autoeficacia, lo que también influirá de forma positiva en nuestro autoconcepto.

La autoaceptación también significa hacerse responsable de nuestros propios errores y por eso es necesario ser capaz de asumir los hechos y sus consecuencias, profundizar en los motivos que nos llevaron a comportarnos de una determinada manera y reflexionar de forma consciente sobre estos hechos, al tiempo que procuramos encontrar en nuestro interior soluciones que nos ayuden a afrontar la situación de una manera más lógica y adaptativa.

Uno de los aspectos que pueden dificultar la aceptación es el miedo. Miedo a reconocer los aspectos negativos de uno mismo, a comprometerse con el cambio, al rechazo de los demás... pero también miedo al reconocer nuestros aspectos positivos y nuestras potencialidades, y responsabilizarnos en su desarrollo. Miedo a los retos. Miedo a equivocarse. La aceptación significa también un esfuerzo para romper con la inercia y la pasividad, aprender a salir de la "zona de confort".

Algunas personas, sin embargo, depositan su fuente de aceptación en los demàs, lo que las sitúa en una posición de fragilidad y vulnerabilidad ante los juicios negativos externos, y las deja indefensas. Ellis señalaba que muchas personas se autoexigen en ser aprobadas o estimadas por determinadas personas o en triunfar en lo que hacen para evitar valorarse a sí mismas como "malas" "horribles" o "despreciables", lo que las llevaría a experimentar sentimientos de culpa, autocondena o rechazo.


VALEMOS POR EL HECHO DE SER SERES VIVOS Y VALORAMOS POR TANTO NUESTRA EXISTENCIA







Cuando una persona se valora a sí misma de manera global, es casi inevitable que tenga problemas.
Cuando se valora a sí misma como "mala", "inferior" o "inadecuada" tiende a la culpa, la vergüenza o la depresión y al mismo tiempo confirma erróneamente la baja estimación de si misma. Cuando se valora como "buena", "superior" o "adecuada", tiende a sentirse siempre insegura de mantener su "bondad". a desperdiciar mucho tiempo y energía probando lo que vale, pero todavía tiende a sabotear sus relaciones consigo misma y con los demás. Por ello, sería preferible que se aceptara incondicionalmente y que no valorara su "yo", esforzándose más en disfrutar y menos en justificar su existencia.


Esto nos recuerda la fábula de Esopo "La zorra y las uvas"...








Una zorra hambrienta vio unas uvas que colgaban de una parra y las quiso coger, pero no pudo. Alejándose de ellas se dijo a sí msma: "están verdes". La zorra, no siendo capaz de alcanzar las uvas y temerosa de que los otros animales la despreciaran por no ser capaz de lograrlo, pretendió que en realidad y en primer lugar no quería las uvas. El hecho es que por supuesto que las quería y en lugar de decirse saludablemente a sí misma: "bien, yo quiero esas uvas pero no puedo alcanzarlas. Mala suerte, y si los demás me desprecian por no ser capaz de alcanzarlas, ese es su problema", ella falsamente se dijo a sí misma (y a los otros): "¿quién necesita las uvas?, yo realmente no las quiero." La zorra de este modo se sintió bien, al menos momentáneamente, pero su problema fundamental por supuesto no estaba resuelto desde el momento en que todavía quería las uvas...








    
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